Probablemente tratando de insuflar ilusión y esperanza en los niños, la Concejalía de Festejos y OJE Cieza sorprendieron a todo el mundo esta semana con el anuncio de la llegada de los Reyes Magos, que era lo que casi nadie esperaba por la pandemia, pero al mismo tiempo descartó cualquier parecido a una cabalgata, que era lo que muchos hubieran querido. Y es que hay tradiciones navideñas que despiertan los recuerdos; encienden la magia; hacen sentir, sencillamente, bien. Conocedores de la importancia de estas emociones colectivas, Ayuntamiento y Asociación de Belenistas de Cieza han aunado voluntades para dar a estos días el color entrañable de la Navidad. Resulta llamativo comprobar cómo a través de los años, las personas que trabajan para que el montaje sea una realidad contagian su ilusión al público.
La sala del nivel cero del Museo Siyâsa se convertía este sábado por la tarde en una Cieza en miniatura, en la que se derrochó magia al más puro estilo del barroco mu-rciano -fachadas de ladrillo visto, humildes casas de campo y una espectacular reproducción de la iglesia conventual del San Joaquín y San Pascual- para acoger el Nacimiento de Jesús que, la Asociación de Belenistas de Cieza ha creado para la Concejalía de Festejos. Una recreaciones muy realistas inspiradas en la estética arquitectónica del siglo XVIII que, según sus artífices, "son un regalo para todos los ciezanos". Su perfección tan detallada, su rica gama de texturas envejecidas y la forma en que armoniza con las escenas típicas explican el extraordinario trabajo realizado por sus responsables.
Las reproducciones de antiguas casas -como la de la familia Marín-Barnuevo o la de José Roldán de la Nava acompañadas de textos explicativos de Antonio Ballesteros- rivalizan con las estampas costumbristas que tienen un sabor muy nuestro. Porque resultaba muy familiar ver a las mujeres cómo hacían su colada en lavaderos públicos o se reunían en la orilla de algún río, para luego dejar secar la ropa al sol, sobre la hierba o sobre algún arbusto. Si lavaban ropa de bebé, ellas solían creer que colgarla sobre romero traía suerte, pues decían que las ropas del Niño Jesús se dejaban secar sobre romero en las colinas de Palestina. Los ciezanos tienen la inmensa suerte de contar con una herencia, una riqueza y una tradición en torno al belén artesano del que deben sentirse orgullosos.
El de ayer no fue un sábado más dentro de la frenética actividad que mantiene el museo de la calle San Sebastián preparado para recibir a visitantes durante estos días tan señalados. Al contrario. La apertura del belén municipal cambió totalmente la fisonomía de este espacio municipal para sacar adelante una agenda cultural cada vez más variada por la oferta elaborada por la Concejalía de Museos. Se notó también en esta tercera cita, y después de las inauguraciones de sendas exposiciones de las artistas locales Aurora Montoya y María Sal, una preocupación por el cumplimiento de las medidas de seguridad. Por ello, la apertura contó con una presencia de autoridades municipales muy reducida, debido a las severas medidas impuestas por las autoridades sanitarias como consecuencia de la pandemia.
La presentación estuvo presidida por el alcalde Pascual Lucas, quien dio gran importancia al trabajo de montaje y ambientación llevado a cabo por la Asociación de Belenistas de Cieza, algo fundamental cuando se ha elegido una escenografía de estas características. También asistieron las concejalas de Festejos, Museos, Cultura y Transparencia, María Jesús López; Conchi Villa, Melba Miñano y Antonio Montiel, respectivamente. La representación de la Corporación Municipal estuvo completada por los ediles Manuel Egea, María Turpín, Ignacio Erquicia, Francisco Martínez, Laura Villa y Juan Piñera. Tres componentes de la mencionada asociación, Juan Marín, Antonio Jesús Villa y Roberto Ramos, hicieron posible en un tiempo récord "esta realidad única cuyas recreaciones de edificios posee un marcado valor etnográfico".